*NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE BELÉN*
*DIA PRIMERO*
*ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS*
Postrados a tus pies humildemente, oh Reina del cielo y de la tierra, Señora nuestra de Belén, te ofrezco, el homenaje de mi fe, de mi confianza y de mi amor. Deseo estar en tu presencia durante estos momentos de meditación y de plegarias.
Un incontable número de pecados mancha mi alma y atormenta mi conciencia; he contristado el corazón de Dios y de mi Madre del Cielo. Estoy arrepentido, siento profunda pena y dolor, ¡Oh, quien pudiera borrar con lágrimas todas las prevaricaciones de mi vida! y como eres Madre de los pecadores y es tan grande tu misericordia, me acerco lleno de confianza a suplicarte me perdones, purifiques mi alma, santifiques mis pensamientos, mis deseos, mis defectos y mis obras. Quiero dejar en tus manos, Madre mía, un propósito firme, sincero y eficaz, para vivir en adelante en gracia y amistad con Dios, para morir dulcemente en tu regazo maternal y cantar eternamente tus glorias en el Cielo. Amén.
*DÍA PRIMERO*
( *Advocaciones Marianas* )
Mantenemos relaciones constantes con nuestra Madre del Cielo; así, como son nuestras relaciones con nuestra Madre de la tierra: frecuentes, íntimas, filiales, afectuosísimas. La Sanísima Virgen se complace en atender los deseos de sus hijos, habla con ellos, multiplica los milagros, deja su imagen aparecida en muchas partes y quiere ser venerada bajo diferentes advocaciones, que son como una letanía viva, la encarnación palpitante de ese catálogo inmenso de invocaciones con que la Iglesia adorna la corona de María.
Una vez es el Santo Escapulario del Carmen, insignia Santa y milagrosa, colmada de privilegios extraordinarios para la vida y para la muerte. Otra vez es el Santo Rosario, cadena de oro y de indulgencias para unir los corazones a la Reina del cielo. En Lourdes se aparece a Bernardita, vestida de blanco, ceñida de azul, y le regala al mundo un manantial de aguas milagrosas. En Fátima pide a los tres pastorcitos oración y penitencia para alcanzar la paz y recristianizar el mundo. En Guadalajara (México), consuela el alma oprimida de los indios en el milagro de las rosas y bendice la propagación de la fe en América. En Chiquinquirá se renueva esplendorosamente en un incendio de colores y prodigios para ser mariana el alma de Colombia, y en Salazar de las Palmas, como un favor señaladísimo, como un privilegio celestial, se aparece la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Belén. Ella es la gloria de esta raza, la alegría de esta parroquia, la honra de este pueblo.
*EJEMPLO:*
Una invasión de langostas gigantes asolaba una comarca. Los insectos rapaces caían como una nube gris sobre los campos, los prados, las cementeras, los cañaverales, los bosques, los cafetos, todo iba a ser devorado por millones de langostas que traían la ruina, el hambre y la desolación. En trance tan terrible, los habitantes de Salazar acuden a su celestial patrona, la Virgen de Belén. Sacan su imagen milagrosa, en rogativa pública, por los caminos de la parroquia, en medio de plegarias fervorosas y actos de penitencia. Cesa entonces la terrible plaga y abundantes cosechas recompensan la fe y la devoción de los fieles. Dos langostas de oro, a los pies de la Virgen recuerdan el milagro. Felices los pueblos que dejan sus intereses en manos de María.
(Hágase la petición)
*GOZOS*
Por la estrella que en la frente
De tu Hijo parece arder,
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Llegaste, Señora un día
Por los senderos del agua;
Y eres celeste piragua,
Rico y precioso bajel.
Por eso en el mar airado
Donde el alma se haya hundida,
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Los Cineras belicosos
Ya son todos bautizados.
Pero su fe de soldados
Es necesario encender.
Por eso bajaste a ellos
De resplandores vestida,
Indígena y pobre choza
Te recibe alborozada,
Que una indiecita arrobada,
Ven convertirse en edén,
Transformada también la choza,
De nuestra alma arrepentida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Para honrarte cual se debe
A la Reina de los Cielos,
Cristianos llenos de celo
En templo te han de poner.
Haz que de tu amor un templo
Yo levante con mi vida.
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Pero tú no te conformas,
Y cerca de la indiecita
Que está en su choza contrita
Te apresuras a volver
Así si el alma está lejos
Y tu protección olvida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Ya llevas a tu lado
Junto a la humilde capilla
Donde tu alma sencilla
Vuelve en Dios a renacer
Haznos vivir a tu lado
Antes de dejar la vida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Las cifras de tus milagros
Es mayor que tus devotos
Y aun así miles de exvotos
Viene el afecto a traer
Porque tú eres de los hombres
Abogada compasiva
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Míranos, Madre bendita,
Con miradas compasivas
Miras a tus almas cautivas
Del olvido y del placer
Por la lumbre de esa estrella
Que a tu regazo convida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Esa corona de reina
Que tu casta sien rodea
Es de tu gloria presea
e insignia de tu poder
dame a mirar en el cielo
tu dulce frente ceñida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Por la estrella que en la frente
De tu hijo parece arder
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
*ORACIÓN FINAL*
¡Oh inmaculada Madre de Jesús y María Mía, queridísima reina de Belén, que has manifestado maternal complacencia al dejar tu imagen celestial grabada en un lienzo milagroso! ¡Oh dispensadora de todas las gracias que atiendes las plegarias de tus hijos con un derroche de gracias para el alma, de suavísimos consuelos para el corazón y de remedios oportunos para todas las necesidades, con todo fervor renuevo mi súplica y dejo en tu regazo mi petición.
¡Oh Madre compasiva de los pecadores, rompe las cadenas que me atan al pecado; cierra mis oídos a los engaños del mundo y respeto humano; serena las tempestades del corazón cuando me asalten las tentaciones, aparta mis pasos de las ocasiones peligrosas y guarda mis sentidos de las seducciones del mal y de las acometidas del demonio. Haz esplendorosa antorcha de la fe, para que en las dudas de la mente, en las vacilaciones de la voluntad y en las zozobras del corazón, encamine siempre mis pasos por la senda de los mandamientos de Dios y de la Iglesia.
Fija mi esperanza más allá de las criaturas, en la suprema recompensa del cielo. Prepara cuidadosamente mi alma para la gracia, cuando me acerque a recibir los sacramentos: enséñame el fervor y el recogimiento en la oración, cuando venga a conversar con Dios santifica mi vida entera: hazla fecunda en obras de misericordia y en méritos para la eternidad. Abraza mi corazón con el fuego de un amor vivísimo a tu Divino Hijo. Que sea objeto supremo de mi existencia, conocerte y alabarte, amarte y servirte en esta vida y después de un santa muerte, cantar eternamente tus glorias en el cielo, con los ángeles y santos, por Jesucristo Nuestro Señor. AMÉN.
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