*NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE BELÉN DIA TERCERO*
*ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS*
Postrados a tus pies humildemente, oh Reina del cielo y de la tierra, Señora nuestra de Belén, te ofrezco, el homenaje de mi fe, de mi confianza y de mi amor. Deseo estar en tu presencia durante estos momentos de meditación y de plegarias.
Un incontable número de pecados mancha mi alma y atormenta mi conciencia; he contristado el corazón de Dios y de mi Madre del Cielo. Estoy arrepentido, siento profunda pena y dolor, ¡Oh, quien pudiera borrar con lágrimas todas las prevaricaciones de mi vida! y como eres Madre de los pecadores y es tan grande tu misericordia, me acerco lleno de confianza a suplicarte me perdones, purifiques mi alma, santifiques mis pensamientos, mis deseos, mis defectos y mis obras. Quiero dejar en tus manos, Madre mía, un propósito firme, sincero y eficaz, para vivir en adelante en gracia y amistad con Dios, para morir dulcemente en tu regazo maternal y cantar eternamente tus glorias en el Cielo. Amén.
*DIA TERCERO*
( *CATALINA, LA INDIECITA* )
Los clarines de los conquistadores habían llenado los valles con gritos de guerra. La fiereza indomable de los indios cineras se hizo famosa en todas partes. En las encomiendas hispánicas, en los salones de virreinato de la Nueva Granada, en la corte de España, se hablaba de bravura de los chitareros que defendían con fanatismo y desesperación la inviolada grandeza de sus selvas vírgenes.
Zulia, princesa real y capitana de los ejércitos aborígenes, encontró una noche a la luz de la luna, colgado de un árbol, el cadáver del cacique Cinera, su padre, enferma de venganza y después de un triunfo cruel y efímero sobre los españoles, busco una cita con la muerte en el valle de los chitareros de Pamplona. Descendiente de esta tribu, famosa en los anales de la historia patria, vivía una indiecita, allá por los años de 1671. Habitaba una choza de juncos en la encomienda de Salazar, dedicada al cuidado del hogar. Instruida por la enseñanza del misionero recibió en el bautizo el nombre de Catalina. Desde entonces nació en su alma una devoción profunda y tierna a la Santísima Virgen, a quien llamaba en su lenguaje de india ingenua la “Señora Divina” acostumbraba lavar la ropa en un riachuelo que pasaba por ahí, muy cerca de la choza. Las horas se le pasaban tranquilas y mientras golpeaba la ropa contra la piedra y echaba agua y más agua, su imaginación volaba a la Señora Divina de quien tanto hablaba el misionero de la encomienda.
*EJEMPLO:*
El termómetro marcaba fiebre de 40. Llovía torrencialmente en El Socorro, la antigua capital de Santander. Llamaban a la puerta con urgencia y la señora, que padecía una peligrosa afección pulmonar, dela imprudente el lecho de enferma y corre descalza hasta la puerta. Una ráfaga de viento y agua le cae en la cara y pierde completamente la voz. Durante un año largo agotan los médicos todos los recursos de la ciencia; drogas, tratamientos, baños termales, todo resulta inútil. Alguien habla entonces de la virgen de Belén venerada en Salazar, que estaba realizando milagros asombrosos. No había carretera y eran trescientos kilómetros de camino peligroso, pero siente la enferma nacer en su alma una fe poderosa de ella hasta que emprende un penoso y largo camino. A los pies de la Virgen comienza la novena. Todos fueron testigos de su fervor y de su confianza. El ultimo día, aquella mujer que había perdido completamente la voz, sale del templo gritando de emoción y cantando las alabanzas de María. Estaba milagrosamente curada.
(Hágase la petición)
*GOZOS*
Por la estrella que en la frente
De tu Hijo parece arder,
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Llegaste, Señora un día
Por los senderos del agua;
Y eres celeste piragua,
Rico y precioso bajel.
Por eso en el mar airado
Donde el alma se haya hundida,
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Los Cineras belicosos
Ya son todos bautizados.
Pero su fe de soldados
Es necesario encender.
Por eso bajaste a ellos
De resplandores vestida,
Indígena y pobre choza
Te recibe alborozada,
Que una indiecita arrobada,
Ven convertirse en edén,
Transformada también la choza,
De nuestra alma arrepentida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Para honrarte cual se debe
A la Reina de los Cielos,
Cristianos llenos de celo
En templo te han de poner.
Haz que de tu amor un templo
Yo levante con mi vida.
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Pero tú no te conformas,
Y cerca de la indiecita
Que está en su choza contrita
Te apresuras a volver
Así si el alma está lejos
Y tu protección olvida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Ya llevas a tu lado
Junto a la humilde capilla
Donde tu alma sencilla
Vuelve en Dios a renacer
Haznos vivir a tu lado
Antes de dejar la vida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Las cifras de tus milagros
Es mayor que tus devotos
Y aun así miles de exvotos
Viene el afecto a traer
Porque tú eres de los hombres
Abogada compasiva
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Míranos, Madre bendita,
Con miradas compasivas
Miras a tus almas cautivas
Del olvido y del placer
Por la lumbre de esa estrella
Que a tu regazo convida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Esa corona de reina
Que tu casta sien rodea
Es de tu gloria presea
e insignia de tu poder
dame a mirar en el cielo
tu dulce frente ceñida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Por la estrella que en la frente
De tu hijo parece arder
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
*ORACIÓN FINAL*
¡Oh inmaculada Madre de Jesús y María Mía, queridísima reina de Belén, que has manifestado maternal complacencia al dejar tu imagen celestial grabada en un lienzo milagroso! ¡Oh dispensadora de todas las gracias que atiendes las plegarias de tus hijos con un derroche de gracias para el alma, de suavísimos consuelos para el corazón y de remedios oportunos para todas las necesidades, con todo fervor renuevo mi súplica y dejo en tu regazo mi petición.
¡Oh Madre compasiva de los pecadores, rompe las cadenas que me atan al pecado; cierra mis oídos a los engaños del mundo y respeto humano; serena las tempestades del corazón cuando me asalten las tentaciones, aparta mis pasos de las ocasiones peligrosas y guarda mis sentidos de las seducciones del mal y de las acometidas del demonio. Haz esplendorosa antorcha de la fe, para que en las dudas de la mente, en las vacilaciones de la voluntad y en las zozobras del corazón, encamine siempre mis pasos por la senda de los mandamientos de Dios y de la Iglesia.
Fija mi esperanza más allá de las criaturas, en la suprema recompensa del cielo. Prepara cuidadosamente mi alma para la gracia, cuando me acerque a recibir los sacramentos: enséñame el fervor y el recogimiento en la oración, cuando venga a conversar con Dios santifica mi vida entera: hazla fecunda en obras de misericordia y en méritos para la eternidad. Abraza mi corazón con el fuego de un amor vivísimo a tu Divino Hijo. Que sea objeto supremo de mi existencia, conocerte y alabarte, amarte y servirte en esta vida y después de un santa muerte, cantar eternamente tus glorias en el cielo, con los ángeles y santos, por Jesucristo Nuestro Señor. AMÉN.
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