*NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE BELÉN DIA CUARTO*
*ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS*
Postrados a tus pies humildemente, oh Reina del cielo y de la tierra, Señora nuestra de Belén, te ofrezco, el homenaje de mi fe, de mi confianza y de mi amor. Deseo estar en tu presencia durante estos momentos de meditación y de plegarias.
Un incontable número de pecados mancha mi alma y atormenta mi conciencia; he contristado el corazón de Dios y de mi Madre del Cielo. Estoy arrepentido, siento profunda pena y dolor, ¡Oh, quien pudiera borrar con lágrimas todas las prevaricaciones de mi vida! y como eres Madre de los pecadores y es tan grande tu misericordia, me acerco lleno de confianza a suplicarte me perdones, purifiques mi alma, santifiques mis pensamientos, mis deseos, mis defectos y mis obras. Quiero dejar en tus manos, Madre mía, un propósito firme, sincero y eficaz, para vivir en adelante en gracia y amistad con Dios, para morir dulcemente en tu regazo maternal y cantar eternamente tus glorias en el Cielo. Amén.
*DIA CUARTO*
( *ALGO FLOTA EN LAS AGUAS* )
Una tarde, la indiecita Catalina vio un lienzo que flotaba entre las aguas, en el remanso donde estaba lavando. Lo alcanzo con cuidado y lo extendió a secar sobre una piedra, junto al lavadero. Pero el corazón nada le decía y el agua seguía corriendo y retratando pedazos de cielo y los arboles sosteniendo los nidos en las ramas.
Distraídamente, embebida en sus pensamientos volvió a mirar el lienzo y noto una cosa rara. Cerró los ojos, volvió a abrirlos, miro por todas partes. Todavía palpitaban las luces de la tarde. Se limpió los ojos y miró con fijeza el lienzo. Entonces se le despertó el alma… le faltaba aliento… quería salirse el corazón. ¡Oh!, allí, en el lienzo húmedo, una Señora la estaba mirando, con inmensos ojazos de sorpresa y de dulzura. Llevaba un niño precioso entre los brazos.
Entro en la choza, lo prendió del muro, lo rodeo de flores, le encendió una lámpara y corrió por todas partes gritando y contando a los vecinos lo que había pasado. ¡No!, no estaba soñando… allí en la choza la tenía… y era muy bella, divinamente bella, linda como un ramillete de enredaderas, bondadosa y buena como el pan, como el agua.
Las vecinas, que no comprendían los gritos de Catalina, acudieron a la choza y, ¡oh sorpresa!, encontraron a la Virgen: parecía que hablaba, estaba como viva, tenía un niño precioso entre sus brazos, como una madre…, y los enfermos se curaban y maduraban los trigales, los niños ya no se morían y las penas ya tenían consuelo. El misionero de la encomienda, que por allí pasaba, pudo comprobar la realidad de los acontecimientos y los milagros realizados. Explicó que era la Virgen de Belén, por una estrella resplandeciente que el niño llevaba en la frente y les advirtió que debían ser muy buenos para que la Señora Divina viviera siempre con ellos.
*EJEMPLO:*
El contagio se propagaba amenazador como una maldición en la región de Salazar. Los cuerpos se cubrían de úlceras repugnantes, quemaba la fiebre, se apagaba la vida, la sangre se calcinaba en las arterias y se moría el corazón. Un pánico indescriptible invadía la población. Por todas partes se mezclaban los lamentos de los enfermos, los ayes lastimeros de los moribundos, los gritos de los enterradores. Era la horrible epidemia de las viruelas lazarinas, sin hospital, sin médicos, sin drogas, sin vacunas ni sueros anti contagiosos. Al mismo tiempo la guerra civil de los mil días llegaba a su apogeo de crueldad y de venganza: los hogares habían quedado diezmados, sin padres, sin pan y ahora sin esperanza.
La población vuelve entonces la mirada suplicante a su reina y protectora, la Virgen de Belén. Fue una rogativa pública, conmovedora; lágrimas, súplicas, promesas, gritos de dolor y de confianza, desolación y llanto sobre las calles muertas. Pero inmediatamente comenzó a ceder la epidemia y en pocos días la salud reinó en todos los hogares. Y cuenta la leyenda que entre tanto apareció una viruela en el rostro del niño que se desvaneció con el tiempo
(Hágase la petición)
*GOZOS*
Por la estrella que en la frente
De tu Hijo parece arder,
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Llegaste, Señora un día
Por los senderos del agua;
Y eres celeste piragua,
Rico y precioso bajel.
Por eso en el mar airado
Donde el alma se haya hundida,
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Los Cineras belicosos
Ya son todos bautizados.
Pero su fe de soldados
Es necesario encender.
Por eso bajaste a ellos
De resplandores vestida,
Indígena y pobre choza
Te recibe alborozada,
Que una indiecita arrobada,
Ven convertirse en edén,
Transformada también la choza,
De nuestra alma arrepentida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Para honrarte cual se debe
A la Reina de los Cielos,
Cristianos llenos de celo
En templo te han de poner.
Haz que de tu amor un templo
Yo levante con mi vida.
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Pero tú no te conformas,
Y cerca de la indiecita
Que está en su choza contrita
Te apresuras a volver
Así si el alma está lejos
Y tu protección olvida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Ya llevas a tu lado
Junto a la humilde capilla
Donde tu alma sencilla
Vuelve en Dios a renacer
Haznos vivir a tu lado
Antes de dejar la vida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Las cifras de tus milagros
Es mayor que tus devotos
Y aun así miles de exvotos
Viene el afecto a traer
Porque tú eres de los hombres
Abogada compasiva
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Míranos, Madre bendita,
Con miradas compasivas
Miras a tus almas cautivas
Del olvido y del placer
Por la lumbre de esa estrella
Que a tu regazo convida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Esa corona de reina
Que tu casta sien rodea
Es de tu gloria presea
e insignia de tu poder
dame a mirar en el cielo
tu dulce frente ceñida
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
Por la estrella que en la frente
De tu hijo parece arder
¡Sálvanos, Madre querida!
¡Dulce Virgen de Belén!
*ORACIÓN FINAL*
¡Oh inmaculada Madre de Jesús y María Mía, queridísima reina de Belén, que has manifestado maternal complacencia al dejar tu imagen celestial grabada en un lienzo milagroso! ¡Oh dispensadora de todas las gracias que atiendes las plegarias de tus hijos con un derroche de gracias para el alma, de suavísimos consuelos para el corazón y de remedios oportunos para todas las necesidades, con todo fervor renuevo mi súplica y dejo en tu regazo mi petición.
¡Oh Madre compasiva de los pecadores, rompe las cadenas que me atan al pecado; cierra mis oídos a los engaños del mundo y respeto humano; serena las tempestades del corazón cuando me asalten las tentaciones, aparta mis pasos de las ocasiones peligrosas y guarda mis sentidos de las seducciones del mal y de las acometidas del demonio. Haz esplendorosa antorcha de la fe, para que en las dudas de la mente, en las vacilaciones de la voluntad y en las zozobras del corazón, encamine siempre mis pasos por la senda de los mandamientos de Dios y de la Iglesia.
Fija mi esperanza más allá de las criaturas, en la suprema recompensa del cielo. Prepara cuidadosamente mi alma para la gracia, cuando me acerque a recibir los sacramentos: enséñame el fervor y el recogimiento en la oración, cuando venga a conversar con Dios santifica mi vida entera: hazla fecunda en obras de misericordia y en méritos para la eternidad. Abraza mi corazón con el fuego de un amor vivísimo a tu Divino Hijo. Que sea objeto supremo de mi existencia, conocerte y alabarte, amarte y servirte en esta vida y después de un santa muerte, cantar eternamente tus glorias en el cielo, con los ángeles y santos, por Jesucristo Nuestro Señor. AMÉN.
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